
(si alguien encuentra un link para verla online, le pido que me lo diga. Gracias)
A continuación un Artículo relacionado con la memoria y lo sucedido al pueblo armenio.
“Ararat”: No olvidar, la complejidad de la memoria
por Diego Braude dbraude@imaginacionatrapada.com.ar
(Canadá/Francia, 2002)
Escrita y Dirigida por: Atom Egoyan.
Producida por: Atom Egoyan, Robert Lantos y Sandra Cunningham. Fotografía: Paul Sarossy. Elenco: Charles Aznavour, Bruce Greenwood, Christopher Plummer, Arsineé Khandjian, David Alpay, Elias Koteas, Marie Jose Croze y elenco. Duración: 115 minutos
¿Qué es la historia? ¿Qué es la memoria? Construimos nuestros relatos, confiamos en ellos, basamos nuestra vida en nuestra propia narrativa. Cuando interactuamos con otro, son nuestros relatos que están hablando desde el fondo. Pero, ¿qué ocurre cuando lo que se recuerda es terrible? ¿cómo se lo reconstruye? ¿se lo acepta? ¿cómo se hace? ¿cómo se hace para negarlo?
Tras décadas de conflictos, en 1915, en plena Primera Guerra, el Imperio Turco Otomano es protagonista de lo que hoy se conoce como el Genocidio Armenio. El gobierno turco lo niega, y de hecho ha sido un tema de debate durante el último siglo. Entre las desavenencias, transitan cifras de miles de muertos, de torturas, violaciones, sadismo, venganza. Se dice que sirvió de precedente a los planes de limpieza étnica del nazismo (sobre todo en tanto, probablemente habiendo ocurrido en el medio de un guerra que lo excedía, la masacre Armenia quedó durante mucho tiempo en el olvido internacional). Entre los debates, están los muertos, y los recuerdos o sus formas que quedan clavados en el inconsciente colectivo; el dolor, el odio, el recuerdo del odio y su imposibilidad de explicarlo racionalmente… ¿cómo elaborar un relato fundacional en cualquiera de los dos casos? ¿cómo se convive? ¿cómo se sigue hacia delante sin por eso olvidar el pasado.
Atom Egoyan ya había construido rompecabezas, historias fragmentadas, donde la memoria jugaba permanentemente a las escondidas, como dotada de vida propia en continua discusión con la conciencia. Es la obsesión por la idea de verdad, de la verdad como un concepto de inconmensurable complejidad, más formado por preguntas que por respuestas absolutas. El mundo narrado por Egoyan pende permanentemente de un hilo, y en ese hilo vivimos todos. Es esa fragilidad, la facilidad con que ese equilibrio puede romperse la que se repite una y otra vez en sus films.
En “Ararat”, son los textos dentro de los textos dentro de los textos. Un director de ascendencia Armenia llega a Canadá para rodar un film sobre el Genocidio Armenio, basado en el diario personal de un misionero estadounidense. Una historiadora presenta su reciente libro sobre la vida de Arshille Gorky, artista armenio sobreviviente del Genocidio que migró a los Estados Unidos (y fue considerado uno de los fundadores del expresionismo abstracto). Su hijo, en busca de la memoria de su padre, quién falleció intentando asesinar a un diplomático turco. La hijastra, tratando de recuperar la memoria de su padre, segundo marido de la historiadora que murió, como Gorky, suicidándose. Un inspector de aduana a punto de retirarse que no puede lidiar con la homosexualidad de su hijo. El novio de éste, actor de ascendencia turca que participará del film del director. Un guionista que negocia permanentemente entre los hechos y la licencia poética.
El film comienza con las imágenes de Gorka trabajando sobre una de sus obras más crípticas, “El artista y su madre”, basada en una foto de él mismo con su madre, y a su vez también inspirada en una imagen religiosa de la Virgen y su Hijo. Curiosamente, Gorky pasa de la fotografía, considerada un archivo más objetivo de la realidad, a la obra plástica, lugar del recuerdo más subjetivo. Esta imagen, este lugar, habrá de volver durante la película, como si la recorriera transformándose en su eje. El artista ha dejado las manos de su madre sin terminar, ¿por qué? Durante el film, los relatos en presente y pasado se entrelazan con los del otro film, el que está siendo filmado dentro de la narración, pero nunca sabremos si este momento del artista con su obra pertenece a qué nivel de la ficción. Nadie ha sido testigo, por lo tanto desde la enunciación que propone Egoyan, es una paradoja. Es imposible recuperarlo, y sin embargo marca a todos los demás personajes. Es la misma imposibilidad del cine como construcción en simultáneo con su capacidad de recuperar. En una bella imagen, Gorky habrá de apoyar sus manos sobre el lienzo; el contacto con la tela, con lo orgánico, a la distancia a través de su propia obra con las manos perdidas de su madre.
La búsqueda de la memoria, y de esta como fundación de la identidad, en los jóvenes es la extrapolación de los adultos con el pasado. No pueden dialogar, caminan como fantasmas cada uno enfrascado en su propia versión de sufrimiento. Todos los eventos que los marcan son extremos, pero la negación les hace imposible vivir, permaneciendo varados en un círculo vicioso. Los personajes parecen trasladar al film la propia obsesión del otro autor, de Egoyan, en su imposibilidad de poder unir coherentemente todas las piezas del rompecabezas. No puede dejar de recordar el Genocidio, pero tampoco puede dejar de vivir en el mundo actual.
En el inicio del film, el director se encuentra con el inspector de aduana. La siguiente vez que lo encontremos, será con Rafi, el hijo de Ani, la historiadora, quien vuelve de un misterioso viaje a Turquía con unas latas que supuestamente son para la posproducción de la película. El inspector no le cree y la situación termina en un caprichoso interrogatorio que da pie a gran parte del relato del film (ahora a través de los ojos de Rafi). Es un poco la licencia poética del propio Egoyan; para el inspector, es su último día, y necesita escuchar; Rafi, por su parte, necesita contar todo a alguien que no lo conozca.
Todo este cruce de relatos, que produce la imposibilidad de una única mirada, por otro lado lleva a los personajes a la necesidad imperiosa de vivir la historia.
El actor turco, a quien le toca encarnar al “malo de la película”, prefiere creer que el Genocidio no existió, o que fue simplemente un conflicto étnico. Para Ani es preferible creer que su segundo marido tropezó, porque aceptar su posible responsabilidad en su suicidio le resultaría intolerable. Para Celia, la hijastra, es igualmente insoportable aceptar la situación del suicidio, y por eso busca culpables. En la ambigüedad y la necesidad de entendimiento del alma humana, de todos modos se imprime el igualmente necesario acto de recordar y aceptar como manera de poder seguir adelante.
Frente a las terribles imágenes narradas y filmadas de violencia, como forma de no olvidar (lema que hizo famoso Simon Wiesenthal, el reconocido cazador de nazis, y que también forma parte de la comunidad armenia), Egoyan no puede dejar de preguntarse, de indagar, como el inspector, sobre la esencia humana. Ser potencial, el humano es capaz de la tortura más brutal como de la redención, el amor, y la reparación. El asunto es cómo conciliar ambos en la memoria vivida frente a la masacre, frente a la tragedia y la identidad presente. Si bien Egoyan elige cerrar el film en un tono más amable, deja de todos modos en evidencia que la respuesta está lejos de ser sencilla.
Recursos Web:
http://es.wikipedia.org/wiki/Genocidio_armenio- Resumen histórico del Genocidio Armenio y en Wikipedia
http://www.genocidioarmenio.org/genocidioarmenio.asp - Sitio dedicado específicamente al tema
http://www.armenica.org/ - Sitio dedicado al tema, incluye material multimedia (en inglés)