“Nosotros los que conocemos somos desconocidos para nosotros, nosotros mismos somos desconocidos para nosotros mismos: esto tiene un buen fundamento. No nos hemos buscado nunca, –¿cómo iba a suceder que un día nos encontrásemos? Con razón se ha dicho: ‘Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón’; nuestro tesoro está allí donde se asientan las colmenas de nuestro conocimiento. Estamos siempre en camino hacia ellas cual animales alados de nacimiento y recolectores de miel del espíritu, nos preocupamos de corazón propiamente de una sola cosa –de ‘llevar a casa’ algo. En lo que se refiere, por lo demás, a la vida, a las denominadas ‘vivencias’, ¿quién de nosotros tiene siquiera suficiente seriedad para ellas? ¿O suficiente tiempo? Me temo que en tales asuntos jamás hemos prestado bien atención ‘al asunto’: ocurre precisamente que no tenemos allí nuestro corazón –¡y ni siquiera nuestro oído! Antes bien, así como un hombre divinamente distraído y absorto a quien el reloj acaba de atronarle fuertemente los oídos con sus doce campanadas del mediodía, se desvela de golpe y se pregunta ‘¿qué es lo que en realidad ha sonado ahí?’, así también nosotros nos frotamos a veces las orejas después de ocurridas las cosas y preguntamos, sorprendidos del todo, perplejos del todo, ‘¿qué es lo que en realidad hemos vivido ahí?’, más aún, ‘¿quiénes somos nosotros en realidad?’ y nos ponemos a contar con retraso, como hemos dicho, las doce vibrantes campanadas de nuestra vivencia, de nuestra vida, de nuestro ser –¡ay! y nos equivocamos en la cuenta... Necesariamente permanecemos extraños a nosotros mismos, no nos entendemos, tenemos que confundirnos con otros, en nosotros se cumple por siempre la frase que dice ‘cada uno es para sí mismo el más lejano’, –en lo que a nosotros se refiere no somos ‘los que conocemos’...”
Nietzsche, F. La genealogía de la moral, Prólogo, pp. 17 y ss.
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Ma. Eug.

Aquí se compara el blanco y el indio.
Según los “científicos” frenólogos, los indios no tenían ninguna moral o poder de invención y por eso tenían cabezas grandes, anchas y cónicas sin mucha frente

Frenología
Una de las ideas racistas más comunes del siglo XIX fue la idea que el tamaño y tipo de cráneo del individuo denotaban ciertas características culturales e inmorales.
Aquí se compara lo que se cree "gran intelecto" y el cráneo de un “caníbal” de Nueva Zelanda.
“El racismo que como teoría ideológica coherente hará su aparición a mediados del siglo XIX se valdrá para su expansión y justificación de una apoyatura científica” (Menéndez, E. pág.: 175)
Según el
Conde de Buffon, los trópicos habían producido una raza degenerada.
Sir
Francis Galton (siglo XIX) manifiesta que “
El número de negros a quienes se les llamaría estúpidos es grande… yo mismo estuve asombrado de esta verdad durante mis viajes en África. Los errores que los negros hacen en su propia vida son infantiles, estúpidos, y torpes que yo me sentía avergonzado de la especie humana”
Según el
Conde de Gobineau (siglo XIX) (en su libro de La Desigualdad de las Razas Humanas ) la raza aria o la familia aria como él la llama es la dominante y domina en las naciones más poderosas. El mestizaje según Gobineau ha deteriorado otros países y que la guerra de razas es lo que propulsa la historia del hombre.
“
La llamada sociedad occidental y sus actores son, somos para ser más certeros, “normalmente racistas”, y este racismo es producto de un proceso histórico no demasiado largo, el cual está montado sobre el desarrollo del modo de producción capitalista” (…) No se acepta la caracterización de nuestra identidad racista” (Menéndez, E. pág.: 172)
“El racismo es producto no solamente de las necesidades objetivas de un modo de producción en una determinada etapa de su desarrollo, sino que además constituye para estos países, y también para las áreas en las que ejerció su dominación y penetración, su forma de concepción del mundo” (Menéndez, E. pág.: 174)

“…América está constituida sobre el etnocidio más profundo que conoce la historia, sobre el asesinato directo e indirecto de millones de indios y de negros” (Menéndez, E. pág.: 170)

“El racismo no es una cuestión solamente de segregar “negros” u “odiar judíos”; el racismo debe ser referido a cuestiones sociales y culturales que implica negación, discriminación, compulsión y explotación de los otros en nombre de pretendidas posibilidades y disponibilidades, ya sean biológicas, sociales o culturales. Toda relación que signifique cosificar a los otros, es decir negarles categoría de persona, de igual; toda relación que permita la interiorización y uso de los otros es racismo”
(Menéndez, E. pág.: 169)