“Nosotros los que conocemos somos desconocidos para nosotros, nosotros mismos somos desconocidos para nosotros mismos: esto tiene un buen fundamento. No nos hemos buscado nunca, –¿cómo iba a suceder que un día nos encontrásemos? Con razón se ha dicho: ‘Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón’; nuestro tesoro está allí donde se asientan las colmenas de nuestro conocimiento. Estamos siempre en camino hacia ellas cual animales alados de nacimiento y recolectores de miel del espíritu, nos preocupamos de corazón propiamente de una sola cosa –de ‘llevar a casa’ algo. En lo que se refiere, por lo demás, a la vida, a las denominadas ‘vivencias’, ¿quién de nosotros tiene siquiera suficiente seriedad para ellas? ¿O suficiente tiempo? Me temo que en tales asuntos jamás hemos prestado bien atención ‘al asunto’: ocurre precisamente que no tenemos allí nuestro corazón –¡y ni siquiera nuestro oído! Antes bien, así como un hombre divinamente distraído y absorto a quien el reloj acaba de atronarle fuertemente los oídos con sus doce campanadas del mediodía, se desvela de golpe y se pregunta ‘¿qué es lo que en realidad ha sonado ahí?’, así también nosotros nos frotamos a veces las orejas después de ocurridas las cosas y preguntamos, sorprendidos del todo, perplejos del todo, ‘¿qué es lo que en realidad hemos vivido ahí?’, más aún, ‘¿quiénes somos nosotros en realidad?’ y nos ponemos a contar con retraso, como hemos dicho, las doce vibrantes campanadas de nuestra vivencia, de nuestra vida, de nuestro ser –¡ay! y nos equivocamos en la cuenta... Necesariamente permanecemos extraños a nosotros mismos, no nos entendemos, tenemos que confundirnos con otros, en nosotros se cumple por siempre la frase que dice ‘cada uno es para sí mismo el más lejano’, –en lo que a nosotros se refiere no somos ‘los que conocemos’...”

Nietzsche, F. La genealogía de la moral, Prólogo, pp. 17 y ss.

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Cine para pensar – ‘El jardinero fiel’, de Fernando Meirelles



Interesante película para analizar la relación entre racismo, discriminación, ciencia y capitalismo.

A continuación un Sinopsis de la película y al final links para verla online

Sinopsis

En un remoto lugar al norte de Kenya, asesi-nan brutalmente a la activista más entregada de la zona, la brillante y apasionada Tessa Quayle (Rachel Weisz). Un médico local que la acompañaba ha huido y todo parece apuntar hacia un crimen pasional. Sandy Woodrow (Danny Huston), Sir Bernard Pellegrin (Bill Nighy) y los demás miembros del Alto Comi-sionado Británico están convencidos de que el viudo de Tessa, el apacible y poco ambicioso Justin Quayle (Ralph Fiennes) dejará el asunto en sus manos, pero están muy equivocados. El equilibrio profesional del diplomático ha basculado al perder a la mujer a la que tanto amaba. Esos dos seres tan opuestos se atraían mutua-mente y disfrutaban de un feliz matrimonio. Los recuerdos de esa unión empujan a Justin a tomar una decisión por primera vez en su vida personal y profesional. Perseguido por los remordimientos y herido por los rumores de las supuestas infidelidades de su espo-sa, Justin se sorprende a sí mismo lanzándose a una peligrosa odi-sea. Ha decidido limpiar el buen nombre de su mujer y "acabar lo que ella empezó". Para conseguirlo, debe aprender a marchas for-zadas cómo funciona la industria farmacéutica, ya que Tessa esta-ba a punto de descubrir un escándalo, y viajará por dos continentes en busca de la verdad. No tardará en darse cuenta de la existencia de una conspiración tan letal como común que se ha cobrado la vi-da de inocentes y pondrá la suya en peligro.

http://www.cineonline1.com/ver-pelicula-el-jardinero-fiel-online.html

http://peliculas.tvfilia.com/2008/11/el-jardinero-fiel-online.html

Cine para pensar – ‘Ararat’, de Atom Egoyan

Sobre el tema del genocidio del pueblo armenio recomindo esta maravillosa pelicula!
(si alguien encuentra un link para verla online, le pido que me lo diga. Gracias)
A continuación un Artículo relacionado con la memoria y lo sucedido al pueblo armenio.


Ararat”: No olvidar, la complejidad de la memoria

por Diego Braude dbraude@imaginacionatrapada.com.ar
(Canadá/Francia, 2002)
Escrita y Dirigida por: Atom Egoyan.
Producida por: Atom Egoyan, Robert Lantos y Sandra Cunningham. Fotografía: Paul Sarossy. Elenco: Charles Aznavour, Bruce Greenwood, Christopher Plummer, Arsineé Khandjian, David Alpay, Elias Koteas, Marie Jose Croze y elenco. Duración: 115 minutos

¿Qué es la historia? ¿Qué es la memoria? Construimos nuestros relatos, confiamos en ellos, basamos nuestra vida en nuestra propia narrativa. Cuando interactuamos con otro, son nuestros relatos que están hablando desde el fondo. Pero, ¿qué ocurre cuando lo que se recuerda es terrible? ¿cómo se lo reconstruye? ¿se lo acepta? ¿cómo se hace? ¿cómo se hace para negarlo?

Tras décadas de conflictos, en 1915, en plena Primera Guerra, el Imperio Turco Otomano es protagonista de lo que hoy se conoce como el Genocidio Armenio. El gobierno turco lo niega, y de hecho ha sido un tema de debate durante el último siglo. Entre las desavenencias, transitan cifras de miles de muertos, de torturas, violaciones, sadismo, venganza. Se dice que sirvió de precedente a los planes de limpieza étnica del nazismo (sobre todo en tanto, probablemente habiendo ocurrido en el medio de un guerra que lo excedía, la masacre Armenia quedó durante mucho tiempo en el olvido internacional). Entre los debates, están los muertos, y los recuerdos o sus formas que quedan clavados en el inconsciente colectivo; el dolor, el odio, el recuerdo del odio y su imposibilidad de explicarlo racionalmente… ¿cómo elaborar un relato fundacional en cualquiera de los dos casos? ¿cómo se convive? ¿cómo se sigue hacia delante sin por eso olvidar el pasado.

Atom Egoyan ya había construido rompecabezas, historias fragmentadas, donde la memoria jugaba permanentemente a las escondidas, como dotada de vida propia en continua discusión con la conciencia. Es la obsesión por la idea de verdad, de la verdad como un concepto de inconmensurable complejidad, más formado por preguntas que por respuestas absolutas. El mundo narrado por Egoyan pende permanentemente de un hilo, y en ese hilo vivimos todos. Es esa fragilidad, la facilidad con que ese equilibrio puede romperse la que se repite una y otra vez en sus films.


En “Ararat”, son los textos dentro de los textos dentro de los textos. Un director de ascendencia Armenia llega a Canadá para rodar un film sobre el Genocidio Armenio, basado en el diario personal de un misionero estadounidense. Una historiadora presenta su reciente libro sobre la vida de Arshille Gorky, artista armenio sobreviviente del Genocidio que migró a los Estados Unidos (y fue considerado uno de los fundadores del expresionismo abstracto). Su hijo, en busca de la memoria de su padre, quién falleció intentando asesinar a un diplomático turco. La hijastra, tratando de recuperar la memoria de su padre, segundo marido de la historiadora que murió, como Gorky, suicidándose. Un inspector de aduana a punto de retirarse que no puede lidiar con la homosexualidad de su hijo. El novio de éste, actor de ascendencia turca que participará del film del director. Un guionista que negocia permanentemente entre los hechos y la licencia poética.

El film comienza con las imágenes de Gorka trabajando sobre una de sus obras más crípticas, “El artista y su madre”, basada en una foto de él mismo con su madre, y a su vez también inspirada en una imagen religiosa de la Virgen y su Hijo. Curiosamente, Gorky pasa de la fotografía, considerada un archivo más objetivo de la realidad, a la obra plástica, lugar del recuerdo más subjetivo. Esta imagen, este lugar, habrá de volver durante la película, como si la recorriera transformándose en su eje. El artista ha dejado las manos de su madre sin terminar, ¿por qué? Durante el film, los relatos en presente y pasado se entrelazan con los del otro film, el que está siendo filmado dentro de la narración, pero nunca sabremos si este momento del artista con su obra pertenece a qué nivel de la ficción. Nadie ha sido testigo, por lo tanto desde la enunciación que propone Egoyan, es una paradoja. Es imposible recuperarlo, y sin embargo marca a todos los demás personajes. Es la misma imposibilidad del cine como construcción en simultáneo con su capacidad de recuperar. En una bella imagen, Gorky habrá de apoyar sus manos sobre el lienzo; el contacto con la tela, con lo orgánico, a la distancia a través de su propia obra con las manos perdidas de su madre.

La búsqueda de la memoria, y de esta como fundación de la identidad, en los jóvenes es la extrapolación de los adultos con el pasado. No pueden dialogar, caminan como fantasmas cada uno enfrascado en su propia versión de sufrimiento. Todos los eventos que los marcan son extremos, pero la negación les hace imposible vivir, permaneciendo varados en un círculo vicioso. Los personajes parecen trasladar al film la propia obsesión del otro autor, de Egoyan, en su imposibilidad de poder unir coherentemente todas las piezas del rompecabezas. No puede dejar de recordar el Genocidio, pero tampoco puede dejar de vivir en el mundo actual.

En el inicio del film, el director se encuentra con el inspector de aduana. La siguiente vez que lo encontremos, será con Rafi, el hijo de Ani, la historiadora, quien vuelve de un misterioso viaje a Turquía con unas latas que supuestamente son para la posproducción de la película. El inspector no le cree y la situación termina en un caprichoso interrogatorio que da pie a gran parte del relato del film (ahora a través de los ojos de Rafi). Es un poco la licencia poética del propio Egoyan; para el inspector, es su último día, y necesita escuchar; Rafi, por su parte, necesita contar todo a alguien que no lo conozca.

Todo este cruce de relatos, que produce la imposibilidad de una única mirada, por otro lado lleva a los personajes a la necesidad imperiosa de vivir la historia.

El actor turco, a quien le toca encarnar al “malo de la película”, prefiere creer que el Genocidio no existió, o que fue simplemente un conflicto étnico. Para Ani es preferible creer que su segundo marido tropezó, porque aceptar su posible responsabilidad en su suicidio le resultaría intolerable. Para Celia, la hijastra, es igualmente insoportable aceptar la situación del suicidio, y por eso busca culpables. En la ambigüedad y la necesidad de entendimiento del alma humana, de todos modos se imprime el igualmente necesario acto de recordar y aceptar como manera de poder seguir adelante.

Frente a las terribles imágenes narradas y filmadas de violencia, como forma de no olvidar (lema que hizo famoso Simon Wiesenthal, el reconocido cazador de nazis, y que también forma parte de la comunidad armenia), Egoyan no puede dejar de preguntarse, de indagar, como el inspector, sobre la esencia humana. Ser potencial, el humano es capaz de la tortura más brutal como de la redención, el amor, y la reparación. El asunto es cómo conciliar ambos en la memoria vivida frente a la masacre, frente a la tragedia y la identidad presente. Si bien Egoyan elige cerrar el film en un tono más amable, deja de todos modos en evidencia que la respuesta está lejos de ser sencilla.

Recursos Web:
http://es.wikipedia.org/wiki/Genocidio_armenio- Resumen histórico del Genocidio Armenio y en Wikipedia
http://www.genocidioarmenio.org/genocidioarmenio.asp - Sitio dedicado específicamente al tema
http://www.armenica.org/ - Sitio dedicado al tema, incluye material multimedia (en inglés)






Cine para pensar – ‘V de Venganza, de James McTeigue


Interesante sería poder analizar estos temas a la luz de la película "V de Venganza"
A continuación una breve Sinopsis de la película, luego algunos datos y rarezas, y al final un link para verla (online si es que funciona)
Sinopsis

En el futuro, Gran Bretaña posee un gobierno totalitario. Evey, una joven trabajadora, es rescatada de la muerte por un enmascarado conocido sólo como `V`. Profundamente complejo y lleno de contradicciones, V, es un hombre impulsado por un profundo deseo de venganza, dedicándose a liberar a sus conciudadanos de aquellos que los han llevado hasta la sumisión. V denuncia la tiranía de sus gobernantes e invita a los demás ciudadanos a unírsele. Evey descubre el misterioso pasado de V, y se convierte en su aliada para llevar adelante una revolución que restaure la libertad y la justicia en una sociedad saturada de crueldad y corrupción. La gente no debería temerle a sus gobernantes, los gobernantes deberían temerle a su gente.

Datos
Para ocultar su rostro quemado V usa la máscara del famoso rebelde inglés Guy Fawkes. Si bien se menciona un poco su historia en el film, un poco de data más no viene mal. Fawkes fue el responsable de crear un complot para volar el Parlamento Inglés y asesinar al rey Jacobo I, con el fin de terminar con la persecución de los católicos ingleses. El plan fracasó y el 5 de noviembre de 1605 Fawkes fue capturado junto con otros 12 conspiradores. Todos fueron ahorcados en público y posteriormente descuartizados. Desde entonces, todos los años se celebra para esa fecha en Inglaterra el Día de Guy Fawkes con fuegos artificiales, en el que los chicos suelen quemar muñecos de trapo del conspirador.
Los hermanos Wachowski escribieron la primera adaptación de la historieta antes de filmar la primer película de Matrix.
La Galería de la Sombra , la guarida de V, se construyó en el mismo escenario donde el director Fritz Lang filmó Metrópolis en 1927, un clásico de suspenso futurista.
La secuencia más difícil de filmar fue la de las fichas de dominó. Llevó 200 horas ensamblar las 22 mil fichas que se ven en escena!!


Link para ver Online: http://www.taringa.net/posts/tv-peliculas-series/1451957/V-de-Venganza-on-line-subtitulada.html

http://vide05.com/2008/08/10/pelicula-online-v-de-venganza-subtitulada-al-espanol/

Cine para pensar – ‘Las mujeres de verdad tienen curvas’, de Patricia Cardoso



El siguiente es un link para poder ver la película online, http://cineveo.com/cine-veo/peliculas-y-cine-online-las-mujeres-de-verdad-tienen-curvas/

Para un análisis de la película, recomiendo este trabajo hecho por alumnos de la Escuela Secundaria.

http://platea.pntic.mec.es/curso20/24_elcine-iniciacion/1.pdf

Cine para pensar – ‘El odio’, de Mathieu Kassovitz

Los siguientes links son para ver la película online, espero que funcionen.

http://cineveo.com/cine-veo/pelicula-online-el-odio-la-haine/

http://www.divxonline.info/pelicula-divx/972/el-odio/


Crítica a la película.


"Un tipo se tira por la ventana desde un piso cincuenta. Mientra va cayendo piensa: de momento, todo va bien, de momento, todo va bien… Lo importante no es cuánto tiempo estás cayendo, sino cómo aterrizas.”
(…)
- En la escuela me enseñaron que el odio engendra odio.- Yo no fui a la escuela. Soy de la calle, y en la calle te enseñan que si pones la otra mejilla te dan por el culo.

Son fragmentos del guión de La haine, dirigida en 1994 por el actor y director francés Mathieu Kassovitz (recordado joven romántico en Amelie o sacerdote contestatario ante la tibieza vaticana frente al nazismo en Amén, de Costa Gavras, o director de Los ríos de color púrpura, exitoso thriller francés). Esta película rodada en un espléndido blanco y negro, de ritmo trepidante y de un guión que roza la perfección fue su sorprendente debut (premio a la mejor dirección en Cannes), y a diferencia de lo que podía esperarse vista su carrera como actor deslumbró con esta demoledora crítica de la sociedad francesa de finales de siglo XX.

La película cuenta 24 horas de la vida de tres jóvenes, Vinz (fenomenal, impresionante Vincent Cassel), Saïd (Saïd Taghmaoui) y Hubert (Hubert Kounde; nótese la conservación de sus nombres auténticos para la caracterización de los personajes), que malviven en el parisino suburbio de Les Muguets trapicheando, deambulando por ahí, sin trabajo, sin estudios y sin futuro más allá del día a día. Pero hoy es distinto, porque los suburbios marginales de la Ciudad de la Luz, que aparece hermosa y refulgente en las postales para turistas y reparte imágenes de glamour (sea lo que sea que quiera decir eso) y placeres sibaritas por todo el mundo, amanecen tomados al asalto por la policía, prácticamente en estado de sitio. La razón no es otra que el agitado y violento combate nocturno que las fuerzas de seguridad han librado contra un ejército de jóvenes de esos barrios tras la paliza que Abdel Ichah, de sólo 16 años, ha recibido en una comisaría de policía y que le ha ocasionado heridas que lo tienen a las puertas de la muerte, repitiendo la vieja ecuación “brutalidad policial = revuelta cada vez más violenta”, un siniestro bucle que de vez en cuando, desde la lejana fecha de los sesenta, sacude la vida nocturna de París y otras ciudades de Francia y extiende en el tiempo un cúmulo de desgracias anónimas, con policías mutilados o impedidos, jóvenes muertos por disparos, y una solución que no llega y que nadie pretende que llegue para un problema sepultado bajo la alfombra de la hipocresía.

El retrato de las andanzas de estos tres jóvenes por la geografía que habitan es impresionante: los bloques graníticos hechos con molde, los descampados, las azoteas, los parques solitarios y sombríos, las plazas de juegos infantiles abandonadas, tomadas por los camellos y traficantes, por los vendedores ilegales, por todo aquel que tiene algo que ofrecer a cambio de unos francos o de género para revender, túneles subterráneos llenos de graffitis, paradas de metro cerradas de madrugada, vehículos policiales haciendo la ronda, y entre todo ese paisaje, grupos de jóvenes que pretenden sobrevivir como pueden en un ambiente hostil, donde el amigo puede convertirse en enemigo en apenas unos minutos, donde el lenguaje es un ladrido permanente, donde no llegan las ayudas sociales, las ofertas de empleo, la inserción social. Son Los olvidados del próximo siglo XXI, los marginados para los que las reglas de la moral burguesa, lo bueno y lo malo, lo bonito y lo feo, no significan nada, no cuentan cuando de luchar por la supervivencia diaria se trata. La frustración, el rencor, la imposibilidad de abrirse un camino, la lucha estéril por lograr algo que les está vedado es el criadero del odio. El brazo secular de esa acomodaticia sociedad que les niega lo que a otros regala será el objetivo máximo de la lucha: la policía, que a su vez, comprendiendo las causas profundas de la situación se ve en el drama de tener que responder a palos cuando la extrema violencia de los jóvenes supera el límite de paciencia que todo ser humano tiene, y es partícipe también de esa frustración al entender que no puede dar ninguna respuesta coonstructiva al problema, y que el propio poder la utiliza para el camuflaje, el ocultamiento, el borrado de la contestación social a un mundo injusto, obligada a actuar como carne de cañón que hace el trabajo sucio que nadie debe ver.
La policía y los jóvenes, ambos víctimas del mismo orden, establecen así una lucha sordomuda, latente, continua, una guerra civil en toda regla en la que las víctimas somos todos los que no pertenecemos a consejos de administración u obtenemos dividendos en la bolsa, el odio alimentado con odio, la violencia como única forma de sacudirlo, ejercida contra quien se tiene más a mano, la frustración convertida en venganza ciega, en explosión de instintos reprimidos, en protesta contra la injusticia de la vida, la falta de ayuda, y también contra la ausencia de la propia capacidad de los jóvenes para luchar por otro futuro con otros medios, el rechazo a un orden moral impuesto por quienes comen cada día y no tienen que preocuparse por el futuro de sus hijos y que no da respuesta a la insatisfacción de quienes se quedan fuera. Los tres muchachos alternan con otros de igual calaña en su barrio, se pelean, se insultan, discuten, se evaden… Pero también hay lugar para comprobar que bajo el telón de tanto odio, de tanto rencor, hay sitio para los sentimientos sinceros, la amistad y la camaradería, aunque haya que disimularla por el qué dirán.

24 horas en la vida de unos chicos de los suburbios es el plazo que Kassovitz da para encontrar una solución a tanto odio, y para ello utiliza metafóricamente la pistola que un policía ha perdido durante el combate nocturno y que ha caído en manos de Vinz, que pasa el día intentando decidir contra quién va a utilizarla como forma de vomitar toda su violencia contenida, sin darse cuenta que matar a un policía con su propia arma no sería más que otra calle sin salida, una nueva frustración aún mayor cuando comprobara que nada se ha solucionado con esa muerte, que su vida sigue siendo igual de precaria, que Les Muguets siguen siendo un suburbio marginal. La esperanza la ponen Saïd y Hubert, que aun habiendo crecido en el mismo ambiente hostil, son más contenidos, más comprensivos, tienen mayor capacidad de asombro, de imaginación, de evocación, aunque serán devorados por la misma vorágine de la que no pueden escapar, al igual que los policías bienintencionados que sucumben igualmente al clima de odio. En ese aspecto la dura escena final es el mensaje de pesimismo que Kassovitz envía: las víctimas siguen siendo las mismas, cambian las generaciones, los rostros de los jóvenes y de los agentes del orden, pero siguen y seguirán muriendo o sufriendo por ambos lados, y alimentando un odio recíproco que debería dirigirse a otros estamentos.
A la vista de los hechos, Kassovitz no se equivocó. Aún hay restos en los descampados de las marginadas afueras de París con rescoldos de las últimas revueltas de años atrás, con un ministro del interior, el actual Presidente Sarkozy, personajillo de las revistas del coeur que pasea sus asuntos privados en primera plana, vomitando su odio desde la prensa hacia la “gentuza” que “altera” el orden y la ley, como si el capitalismo salvaje que deja fuera a un 30% de jóvenes (en algunas áreas suburbiales de París el desempleo entre la juventud llega a superar el 70%) no supusiera alterar ese orden, o algo peor, el derecho de una vida plena de una parte importante de la sociedad, no ya inmigrante, sino francesa. Francia, tesoro de la cultura y sabiduría mundiales, origen último del modelo de democracia en el que vivimos (y vuelvo a dejar fuera intencionadamente la revolución americana, pese a ser anterior), es al mismo tiempo un país socialmente anclado en un orden antiguo, anquilosado en los cincuenta, sin respuesta para los franceses de segunda y tercera generación, y ni que decir tiene, tampoco para los inmigrantes. Potencia colonial de baratillo (las colonias importantes siempre eran británicas, los eriales, los yermos y los pedregales eran colonias francesas), Francia se nutrió para las dos guerras mundiales que padeció de carne de cañón de las colonias, fomentó su inmigración a Francia para reconstruir el país tras 1945, se benefició del trabajo y los negocios de toda una generación de senegaleses, argelinos, marroquíes, vietnamitas, camboyanos, cameruneses, chadianos, congoleños, guineanos, polinesios, antillanos o mascareños, pero olvida a sus hijos, nacidos franceses, hijos de quienes es esforzaron por la metrópoli buscando una vida mejor, los abadona en bolsas de marginación y los cataloga como presencias incómodas, como recién llegados que no optan al derecho de ser plenamente francés. Su protesta, su frustración, su odio por la injusticia de un orden que se aprovechó de sus padres y quiere deshacerse de sus hijos, es el odio del que nos habla Kassovitz, el mismo que Sarkozy contribuyó a encender. Kassovitz nos dice que Vinz, Saïd y Hubert son tan seres humanos y tan franceses como los policías, y también como esos personajes que no aparecen físicamente en la película, pero que son protagonistas: quienes gracias a ese odio enconado en los niveles más bajos de la sociedad viven tan a gusto sus cómodas vidas sin sobresaltos ni tensiones, quienes intentan apagar el fuego con gasolina, quienes saben que hay que mantener la pelea en otro campo para que nunca llegue a donde debe. En fin, Los “Sarkozys” de este mundo.

En: http://39escalones.wordpress.com/2008/02/27/cine-para-pensar-el-odio-de-mathieu-kassovitz/